La oficina es amplia, luminosa: una gran mesa de madera y cristal, sillas forradas en piel clara, un cuadro marino con gaviotas sobre la pared. Al fondo, a través del ventanal, un jardín verde suaviza la escena. En el centro de todo, una presencia que combina firmeza y calidez: Alma Rebeca Astorga Yáñez.
“Bienvenido —me dice apenas tomar asiento—, gracias por hacernos visibles”.
Como presidenta de la Asociación Mexicana de Mujeres Empresarias (AMEXME) Capítulo Culiacán, Alma no solo coordina una red de emprendedoras; ha sabido convertirse en tejedora de alianzas, enlazando voluntades para que ninguna mujer camine sola en su proyecto empresarial.
Su historia es profundamente humana: esposa, madre, empresaria y líder asociativa que aprendió a equilibrar familia, negocios y sororidad sin renunciar a ninguna dimensión. Su mantra sintetiza esa visión:
“Solas invisibles, unidas invencibles”.
Durante años, recuerda, el emprendimiento femenino fue un ejercicio solitario. “Era complicado asociarte rápidamente”, confiesa. Hoy, la lógica es otra: las alianzas son colaborativas, flexibles, vivas. Se unen capacidades, talentos y sueños sin necesidad de estructuras rígidas.
Este liderazgo llegó en el momento justo. Alma asumió la presidencia de AMEXME cuando sus hijos comenzaban a trazar su propio camino profesional y su empresa —Astorga y Rodríguez— se sostenía ya sobre bases sólidas. Lejos de herencias empresariales, la firma nació de la tenacidad compartida con su esposo, José Antonio, su socio de vida y de negocios durante más de 32 años de matrimonio.
Sin referentes previos ni capital heredado, construyeron paso a paso una empresa que hoy ha integrado incluso a sus tres hijos: un abogado, un ingeniero civil y un administrador especializado en finanzas. “Lo construimos entre los dos”, afirma con serenidad, recordando que nada llegó como regalo, sino como fruto de preparación, constancia y sacrificios familiares.
Ese mismo espíritu permea su liderazgo en AMEXME. Desde marzo ha impulsado actividades orientadas a humanizar el emprendimiento:
- Presentación de casos de éxito compartidos en video.
- Visitas a instalaciones de empresarias consolidadas para conocer procesos reales.
- Encuentros de diálogo vespertino con especialistas invitados.
En Culiacán, la asociación agrupa a decenas de mujeres empresarias que forman parte de una red estatal de más de 300 empresas generadoras de empleo. A nivel nacional, AMEXME reúne entre 70 y 75 capítulos y más de 6,500 empresarias, integradas a una federación internacional con presencia en Europa.
“Capitalizo lo nacional para lo local”, explica Alma, desde su labor como consejera nacional, enlazando congresos masivos, alianzas con gobiernos y convenios recientes incluso en España.
Pero los desafíos conservan un rostro humano: la visibilidad. “Tenemos que tomarnos en cuenta para hacer negocios entre nosotras”, advierte. El estrés diario y la excesiva operatividad pueden diluir la conexión auténtica. Por eso impulsa la capacitación profesional real —contratando especialistas, no improvisando— y el networking activo basado en consumo interno.
En un tiempo dominado por la inteligencia artificial, Alma señala una paradoja: las herramientas crecen, pero la conexión humana se debilita, cuando debería fortalecerse. Para ello promueve iniciativas como el evento “El colaborador excelente”, programado para el 19 de febrero de 2026 en el MIA, donde se reconocerá públicamente el compromiso y resultados de equipos de trabajo, una motivación que dignifica al capital humano.
En redes sociales, a través de su página “Alma Rebeca Vida”, comparte reflexiones sobre vida, familia y empresa, unidas por un hilo conductor: la conexión. “Si activo en ti un concepto, cumplí”, afirma.
Alma Rebeca Astorga no es solo una dirigente empresarial. Es una custodia de sueños colectivos, una mujer que demuestra que la resiliencia femenina no se limita a resistir, sino a organizarse, tejer alianzas e iluminar caminos.
Historias como la suya reflejan el verdadero espíritu de Sinaloa Productivo y Resiliente: personas que, desde su liderazgo cotidiano, transforman la adversidad en cooperación, la soledad en comunidad y los proyectos individuales en redes que impulsan a toda una sociedad.
Y como mantra final, vuelve a recordarnos:
“Solas invisibles, unidas invencibles”.

