Sinaloa productivo y resiliente

La Unión Ganadera de Sinaloa: Un bastión de resistencia en tiempos de sequía y cambio

En las vastas llanuras y sierras de Sinaloa, donde el sol quema la tierra y las lluvias se han vuelto caprichosas como un viejo amigo que olvida visitar, late el corazón de una asociación que ha desafiado el tiempo, la sequía y la escasez: la Unión Ganadera Regional de Sinaloa (UGRS).

Fundada en 1966, esta entidad no es solo un gremio; es un bastión de resiliencia, un tejido vivo de historias donde hombres y mujeres del campo han transformado adversidades en victorias, asegurando que el sector primario del estado siga alimentando no solo a los sinaloenses, sino también a los mexicanos.

Imaginemos un Sinaloa de antaño, donde el ganado vagaba libre por extensiones interminables, arriado por vaqueros legendarios en épocas de comercialización.

«Antes, soltaban el ganado en tiempos de agua, y lo que bajaba era puro ganancia sin invertir», recuerda José Alfredo Sainz Aispuro, presidente de la UGRS, en una conversación amena que evoca el aroma de pastizales húmedos y el eco de cascos en la tierra.

Pero el cambio —dice— llegó como un vendaval: la privatización de tierras delimitó fronteras, compactó rebaños y exigió organización. Ahí nació la UGRS, uniendo asociaciones locales para enfrentar lo disperso, lo aislado.

Tres pilares la sostuvieron: alimentación, sanidad y mejoramiento genético. De aquellos días de caos emergió un comité de fomento y protección pecuaria, un escudo contra enfermedades zoonóticas que amenazaban no solo al ganado, sino al sustento de familias enteras.

Hoy, con 25 mil productores regularizados —de un padrón que alguna vez rozó los 60 mil, muchos aún irregulares en los confines de la sierra—, la UGRS encarna la resiliencia sinaloense.

Sainz Aispuro, un ganadero de pura cepa con 25 años en la trinchera organizativa, habla de sequías que acortan las lluvias de todo el año a meros dos o tres meses, de presas que aún bendicen con agua gracias a los once ríos del estado, pero que exigen optimización para no sucumbir al mal uso.

«Mis abuelos decían que llovía todo el año, con rebrote hasta febrero», suspira, contrastando con un presente donde el clima se ha vuelto adversario. Sin embargo, la asociación no se rinde: convenios con la Universidad de Chapingo introducen el nopal forrajero, un cultivo resistente a la sequía que promete semilleros demostrativos para alimentar rebaños sin depender de lluvias caprichosas. Es la innovación brotando de la necesidad, un guiño a la tierra que dice: «Aquí resistimos».

La labor de la Unión Ganadera Regional de Sinaloa trasciende lo técnico; es un faro para el pequeño ganadero, ese vaquero del campo que en ocasiones teme bajar a la ciudad, pero cuya voz la unión amplifica. Enfrentan coyotes —intermediarios que sangran precios— con planes audaces: una comercializadora y centro de subastas para garantizar transacciones justas, eliminando los 5 o 10 pesos que roban al vulnerable.

Apoyos federales, anunciados por la presidenta Claudia Sheinbaum recientemente en Mazatlán, homologarán incentivos como en Sonora o Durango, enfocados en infraestructura y comercialización directa a la industria cárnica. Y en sanidad, la tecnología brilla: el SINIIGA, con aretes que trazan cada animal desde el origen hasta el sacrificio, asegura control y exportaciones potenciales. «Una vaca corriente sana vale más que una fina enferma», sentencia Sainz, mientras previene plagas como el gusano barrenador con protocolos rigurosos.

Pero la verdadera esencia de esta resiliencia es humana, tejida con hilos de vocación. Sainz evoca abuelos cuajando leche pura, huevos café del gallinero y tortillas calientes que nutrían vidas centenarias. Contrasta con un mundo de sintéticos: fórmulas lácteas vegetales que compiten desleal, quesos plásticos que atentan contra la salud. «Estamos volviendo al orgánico», afirma, promoviendo productos naturales que nutren sin engordar obesidades ni enfermedades modernas.

La UGRS defiende esto en un sistema primario vital para Sinaloa, donde el campo no solo produce carne y leche, sino identidad. Programas como «Cuenta tu Ganado» actualizan padrones con municipios, integrando a ganaderos irregulares para campañas sanitarias y apoyos, recordando que «la unión hace la fuerza».

En un estado donde la agricultura y ganadería convergen, la UGRS es el pulso resiliente que mantiene vivo el ciclo: del pastizal al plato, de la adversidad a la abundancia.

Sainz, quien dice no tener ambiciones políticas, solo pide continuidad: «Somos auténticos ganaderos, sufriendo en carne propia». Su llamado resuena: únanse, formalícense, innoven. Porque en Sinaloa, la ganadería no es solo negocio; es herencia, resistencia y promesa de un futuro donde la tierra siga dando, contra adversidad y sequía.